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Tengo 22 años.  Mis autolesiones empezaron cuando yo tenía 12. Para entonces, mi motivo, fue el estrés por los estudios y el bullying al que fui sometida. Cuando empecé el instituto me corté por primera vez.  Empecé a cortarme de manera asidua. Primero levemente, pensaba que lo controlaba, pero llegó un momento que lo hacía `por todo, es más, sino podía hacerlo, comenzaba a salivar y me ponía muy nerviosa.  Estuvieron a punto de expulsarme del instituto, tras varios avisos, al enterarse de mis cortes. Un poco irónico ¿no?  En lugar de ofrecerme ayuda, me expulsaban.

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No quería suicidarme, era la única forma que tenía de evadirme de mis problemas. Pensaba que las voces que oía me ayudaban, me decían la verdad, eran mis únicas amigas.

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Un día, estando en el instituto, me hice un corte muy profundo. Mi primera psiquiatra aconsejó a mi madre que no le diera importancia, que era “como una moda “.  Yo seguí con mis cortes, tras varias idas y salidas del hospital, hasta que me ingresaron. Allí me privaron de tv, Tablet y me dijeron que estaba allí para curarme. Yo pensé que no tenía que curarme de nada. Mis voces fueron a más. Esto se alargo un año, lo que conllevo a la baja laboral de mi madre. Tapaba las luces de emergencia con gasas porque pensaba que me estaban grabando. Recuerdo la primera vez que me ataron a la cama. Destrocé la habitación del hospital porque no podía cortarme. La primera de unas 7 veces que le siguieron.

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Pasé de psiquiatría infantil a APSI (plantas adolescentes). Fue en la planta infantil donde me diagnosticaron la enfermedad: esquizofrenia y bipolaridad. Fue entonces cuando inicie mi tratamiento médico.​ Hice huelga de comida y de bebida, me enfrentaba a mi cuando venía a visitarme, hasta me quitaron las gafas por intentar cortarme con ellas.​ No pasaron ni 12 horas de uno de mis permisos y me hice dos cortes profundos más. A mis 17 años, ingresé en un CEEM fuera de mi municipio, privada del contacto familiar hasta ver evolución y comportamiento. A los meses, pude trasladarme a otro centro cerca de mi casa y allí me recuperé.

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Hoy por hoy puedo decir que estoy casi recuperada. Me arrepiento mucho de todo por lo que le echo pasar a mi madre. No era consciente del daño que me hacía a mí misma ni a las de mi alrededor. Conozco mi enfermedad y ahora soy consciente de la distorsión mental que me provocaba.​ Lo que yo pasé no se lo doy a pasar ni a mi peor enemiga. Doy gracias a las personas que han tenido la paciencia y el amor para ayudarme antes y ahora y sobre todo, por el apoyo incondicional de mi madre. Por ella, lucho cada día para no recaer, pues no se sí tendría fuerzas para pasar por aquello otra vez.

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